¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



viernes, 20 de enero de 2012

Ghazal de las sombras



Las calles son la vida porque son la historia de los hombres.
Asomado a uno de los bordes de la ciudad,
me encontré con aquel hombre, solitario y humilde, que miraba el horizonte.
Su edad era una incógnita y su imagen ni pobre ni rica,
y de su apariencia desapercibida emanaba atención y cuidado.
No sé si me habló porque advirtió que también me asomaba
al límite en el que se detienen los que buscan
y se preguntan, invadidos de perplejidad, cómo seguir.

Tal vez se contemplara en mí, por lo que se dirigió sin tapujos.
No era un individuo curioso ni charlatán pero arriesgó las palabras
que se abrían paso desde las zonas más sinceras de su corazón.

Sé que te confunden las sombras, dijo, como me confundieron a mí
antes de aproximarme a los espectros. 
¿Cómo desprenderme de ellas si me conocen tanto y me interpretan, aseveró?
Jamás temí las sombras
y menos que nunca cuando distinguí que cada hombre tiene varias.
Mas no están para hundirnos sino para señalarnos un rumbo.

Las sombras no son la perdición, siguió advirtiéndome.
Pueden ser el lado oculto, y no tanto el lado oscuro, como algunos dicen.
Oscuro es lo que no se ve, pero también
lo que está ahí permanente y vigía de nuestros torpes actos conscientes.

Supe de aquellas visiones
cuando la edad y lo andado fueron desechando lo superfluo de mi vida.
Una dijo llamarse Deseo, y me aconsejó: nunca te deshagas de mi compañía
porque soy la sustancia más antigua que mueve a los hombres.
Otra se nombró como Conocimiento, y afirmó:
soy la prolongación de tu interés por saber que nunca hay que renunciar
a llegar más lejos.
La tercera se me insinuó como Bondad.
Ni desear ni saber te gratificarán si no eres generoso entre propios y extraños.
Porque el que da de sí mismo condesciende al deseo
 y fructifica en sabiduría.

Luego calló el hombre. Ambos permanecimos contemplando la llanura,
por donde las sombras cabalgaban haciéndonos guiños cómplices.




*Imagen fotográfica de Angèle Etoundi Essamba

sábado, 7 de enero de 2012

Ghazal de los titiriteros


Azuzados por la chiquillería
y reclamados por los ociosos de todas las edades
 los titiriteros llegados de Oriente
cuentan en la plaza leyendas de lejanos proscritos y de antiguos libertadores,
de enamorados que perdieron la batalla del amor
y de princesas que renunciaron a su condición
para vivir un mundo que no separara el sudor y el perfume de los cuerpos.

Venid todos, dicen con voces empañadas de nostalgias
aquellos buscavidas de piel cetrina:
dejaros conducir por las sombras encantadas,
entrad en las historias más imposibles que jamás os contaron,
combatid en las contiendas más arriesgadas
y desposaros con las mujeres más nobles de las cortes,
porque todo es posible en el espectáculo que os traemos.

Y si al final de la función no habéis vivido la emoción
ni os habéis sonrojado por el misterio de la naturaleza
o palidecido por los riesgos que os han puesto a prueba,
hacédnoslo saber, pues no venimos a apurar vuestras vidas
sino a rescatarlas de su quietud e indolencia.

Allí me quedé a contemplar el despliegue de aventuras
con el que estos artesanos de las imágenes nos hicieron soñar.
No pude por menos que dirigirme al maestro cuando acabó la representación.

¿Por qué cuentas historias tan imposibles como fantásticas, titiritero?
No son imposibles, me replicó bañado aún en su agitación.
Son las eternas cuestiones del amor y del dolor,
las que hablan de sueños y también de muerte,
las que mueven el mundo y las que lo calman.

Ni yo ni mi familia sabríamos vivir en paz y nobleza
si no nos dedicáramos a este oficio.
Aún eres joven. ¿Quieres aprender?





* Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


domingo, 1 de enero de 2012

Ghazal de la emisaria



¿Quién es esta mujer que viene corriendo hacia mí?
¿Qué quiere, qué desea decirme ya que se detiene a distancia prudente
y descubre apenas su embozo para hablarme?

No te alarmes, se expresa tenue desde su sencillez,
solo soy una mensajera de quien te busca de verdad
y desea ser ceñida por tus afectos,
una enviada de aquella que suspira por el tono de tu voz
 y anhela el entusiasmo de tus palabras.

Ante mi sorpresa no pude sino inquirirla con nerviosismo:
¿quién es la que te envía? ¿Cómo conoce esa persona mi existencia
y qué puede saber de mis capacidades o de mis emociones?
¿Acaso mi presencia es motivo de comentario extendido por la ciudad?
Mira que no soy sino un hombre extraviado por rutas
de las que desconocía su existencia,
un hombre que no cuenta para nadie y aún ignora qué es para sí mismo.

No te inquietes. Quien trata de acercarse a ti
está más próxima de lo que tú sospechas.
Ningún mal puedes esperar de ella
mientras que serías toda tu vida un ser afligido si la rehúyes.

La emisaria del misterio volvió a cubrirse
y desapareció tras el paso al trote de los caballos del gobernador. 



*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba