¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



sábado, 29 de diciembre de 2012

Premonición





Los últimos días de mi vida
unas voces me hablaron: 
vuelves a nacer y ella vendrá a ti. 
Abrirá los surcos y alzará las olas. 
Su viento agitará crines de ébano. 
Ha domesticado la tormenta
y pondrá en las yemas de tus dedos una señal encendida. 

Abandona cuantos sueños de eternidad
te haya propuesto el destino
a cambio de su mano tendida.



* Fotografía de Alex Howitt


sábado, 22 de diciembre de 2012

Creciente





Nadie sabe por qué este planeta y no otro
capturó una región de luz que erraba extraviada.

Las apuestas del azar se juegan interminables en la materia
y los hijos del desafío las heredan con extrañeza
sin que sean capaces de comprender aún todo su valor.

El tajo refulgente acabó con el silencio.
Ardió la llanura y manaron las fuentes de las simas.  
 Los infinitos reinos de la vida poblaron cada rincón
en una sucesión de muertes y supervivencias.

Tantos seres se desalojaban mutuamente
como otros hallaban la manera de hacerse indisolubles.

Yo estaba cerca de aquel fértil creciente
que se expandía con osada lentitud a través del frío.
Permanecí a la espera.

Marcó a fuego cada uno de mis rostros.






* Fotografía de Angèle Etoundi Essamba. 


sábado, 15 de diciembre de 2012

Modestia de la posesión




Me confías que tus únicos tesoros son la gasa del vestido
y la desnudez de los pies.

Cuando yo me asombro del exquisito pudor
con que mencionas tus posesiones
sonríes desde el arco prieto de tus labios y callas.

Seguimos caminando y el viento despliega a su capricho tu túnica ligera.

Mis padres me enseñaron a apreciar el valor de los pies, dices,
y aprendí que con ellos puedo mantenerme erguida ante lo adverso
pues el poder de una mujer se multiplica en cada holladura.

¿Te basta con eso?

Soy mujer del éter
donde nada se necesita y nada te convierte en prisionera
donde la sumisión no existe ni acecha la rendición
donde la pasión no esclaviza y no se siente la sed.

Allá a la orilla de las olas sus pies se diluyeron en espuma.





* Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


sábado, 8 de diciembre de 2012

Vertical




La primera ilustración fue una mirada.

De las miradas nacieron los colores húmedos
que los hombres quisieron tocar. 
Necesitaban estar seguros de que cuanto existía alrededor 
teñía también el estremecimiento y el asombro de sus cuerpos.

El arcoíris no nació curvo ni pletórico
ni  su función era circundar la tierra.
Fue una vertical de tiza 
arrancada a la intemperie.




* Fotografía de Angèle Etorundi Essamba.


sábado, 1 de diciembre de 2012

Ritmos





¿Quién dijo que se camina despacio
o que nos desviamos peligrosamente
o que las direcciones que tomamos son las prohibidas?

Nuestras sendas no saben de velocidades aunque sí de ritmos.
Por lo tanto no hay tampoco un único camino.
Como no hay dos compases idénticos
dos ojos con la misma luz
dos miradas con igual agudeza 
dos suspiros con exacta intensidad
dos palabras que se miren y reconozcan en sí mismas.

Escucho mis pisadas aplastando las sombras
mientras ellas hurgan en nuestros sueños.





* Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


sábado, 24 de noviembre de 2012

Estéril búsqueda





¿Dónde está mi viejo amigo?

Podría decir que he venido desde lejos a buscarle
para aliviar su melancolía
y que no he llegado a tiempo.

Pero mis palabras serían indignas
y cometería una necedad si me propusiera ahora salvarme
con una decisión que me faltó desde hace tiempo. 

De nada sirve que saque una voz que ahogué en el silencio.
Sin que nadie me oiga te preguntaré:
¿Dónde estás, viejo amigo?

 No te atreverías nunca a decir
que te fuiste al destino de las hojas del otoño.

Te buscaré en cada uno de esos espejos dorados
siquiera para saber algo más de mí mismo.




  * Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


sábado, 17 de noviembre de 2012

Desafío





Dicen que la edad apacigua

¿es la languidez o el abandono?

y que los deseos se desvanecen
que las miradas se enturbian
que las voces ajenas se escuchan sordamente
que el frío habita más los cuerpos

Pero la memoria que nos nutre y nos devora
¿quién es capaz de domarla si en su carrera desbocada
 no renuncia jamás a ser partida y meta?




*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba



lunes, 12 de noviembre de 2012

Latencia




Deberé tomar la forma del insecto renacido
para saberme merecedor de los antiguos esfuerzos
 los que hicieron digna a esta especie que no ha muerto del todo. 

Esquivaré los pasos equivocados
 dejaré pasar el tropel de las bestias
y solo me acompañará el apagado caminar de los inocentes.

No me convocan las voces de la épica
ni me roza el estigma de los profetas charlatanes
ni consiento el puño febril de los mesías que destrozan el mundo.

Mi sitio es este.




* Foto de Angèle Etoundi Essamba



martes, 6 de noviembre de 2012

Llamarada




Si desde la ciudad incendiada
se extiende el fuego
¿quién ocupará después su solar baldío?

Quiero ser el nuevo habitante
el que atraviesa el agónico crepitar de la devastación
y rescata las últimas lágrimas

destilada humedad que amasa barro con las cenizas de mis pies.




 * Foto de Angèle Etoundi Essamba


martes, 30 de octubre de 2012

Caballito herido




Si encontráis un caballito herido
ensortijad con caricias sus crines. 

Dejad que su mirada de hontanar apacible
repose entre las estrellas. 

Que los latidos de su fatiga 
se acompasen en un nuevo corazón.

Que sus bufidos apagados
adquieran nuevos bríos. 

Fuese antes mariposa o gacela, 
¿qué vuelo, qué carrera 
no tendrá anhelo en emprender 
cuando sane de su caída?



martes, 23 de octubre de 2012

Mirada de la luz




Allí donde estás
por donde se rasga insinuante el día
el resplandor no levanta fronteras.

La luz llega para todos y se queda entre los que no renuncian.
Compartimos su don y deploramos su ausencia.
Es efímera pero permanece.
Solo el amante se puede permitir ignorarla.
Solo el preso aplaza la demora de su fulgor.
Solo el agonizante se pierde para siempre entre las brumas.

Báñate en los primeros destellos del amanecer.
Que cuando el sol llegue a mi cuerpo
traiga tu consagración.






*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


viernes, 29 de junio de 2012

Vanidad del aprendizaje





Dime, ¿cómo se aprende el amor?

El amor se aprende cuando desapareces
ante tus propios ojos.

Puede ser durante una tarde solitaria y extensa de verano
o en el patio de la vecindad a la caída de la noche.
Puede ser cuando bajas hasta la orilla del río
donde las muchachas se prenden de sus jolgorios
o en el cuarto que hay bajo la escalera.
Puede ser de improviso en una calle
o compartiendo la lectura de los viajeros de Oriente.

Las luces son tibias y el calor cerca las mentes.
Privado en el silencio de la casa
oyes de pronto una voz sofocada que se acerca
y un jinete desnudo se detiene ante ti
azuzando sombras que le ocultan a otras miradas.
Te dice: sígueme.

Y tú, deslumbrado y perplejo, te resistes a replicarle.
¿Y mi corcel?, le contestas por fin.

Te cederé el mío.

Y tú, entonces, ¿cómo avanzarás?

Yo soy tú, en quien no te reconoces todavía.
Tomarás las bridas como si fueras yo mismo.

Pero ignoro dónde debo dirigirme, insistes temeroso.

El audaz nunca sabe dónde va a llegar.
El decidido no se rinde antes de situarse al borde.
El que vive la vida como aventura no se resigna.
Quien se pregunta una vez lo hará mil veces más.
Porque no hay respuestas definitivas
ni la experiencia es una matemática que resuelve
los ejercicios de la vida.

¿Y si me agoto antes? El esfuerzo es grande
y sospecho que el camino resultará largo y solitario.

Pero el jinete no quiso responderle.
Agitó el caballo y aseveró:
Nada debe cesar mientras no se aprende el amor.   
Sube.





*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


miércoles, 11 de abril de 2012

Ghazal del vértice





Entre la sombra y mi apariencia está el aire.
La materia invisible que me aproxima y me aleja
del territorio de los destinos deseados.
 
Eh, tú, aire, háblale al vacío en mi nombre
para que se apiade abriéndome la puerta de sus secretos.

Y vosotras, sombras que engañosamente vestís de vanas esperanzas,
¿cómo puedo encontrar la subida acertada hasta la ciudad amarilla?
No he llegado hasta aquí para instalarme en los peldaños
sino para gozar la dimensión de otro paisaje,
puesto que el retorno hace tiempo que perdió su rostro.

Ved que he intentado llegar a través de mil callejas
las cuales entre todas configuran mi nombre.
Pero una sola debe conducirme hasta el vértice
donde ser y anhelo deben encontrarse sin demora.

Guiadme y apropiaros de mis sueños.
Soñad conmigo y echadme a suertes.
Un sencillo golpe de dados es la vida
por más que nos parezca flor de desalientos.





*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


viernes, 23 de marzo de 2012

Ghazal del corro de niñas






Un corro de niñas salta y juega y ocupa la calle
que asciende hacia los jardines del mirador.
Cuando llego a su altura el corro se abre para que pase,
mas cuando lo atravieso me atrapan en medio, lo cierran y cantan divertidas:

Éste es, éste es,
córtale el paso, detenle ya,
que pida permiso si quiere pasar.

Permanecen quietas, las manos entrelazadas y los corazones palpitantes.
Sus pómulos se iluminan de arrebol,
hay picardía en sus miradas y sus labios semicerrados
se muestran temblorosos como si se desvanecieran.

¿Qué debo hacer para poder salir?,
 les digo con suave insolencia contenida.

Tienes que elegir a una de nosotras.
No puedes hablar ni señalar con el dedo.
No puedes detenerte ni hacer ningún gesto.
Sólo tienes que indicarlo con la mirada.

Nunca me había visto en tal apuro.
Giro sobre mí mismo mirando a cada una de ellas
cuyas risas empiezan a aflorar primero de modo tímido,
luego se erizan nerviosas y estallan agitadas.
Repentinamente el cerco se abre y todas las niñas
se descuelgan unas de otras y vuelven a cantar con gran clamor:

Ya eligió, ya eligió,
fuiste tú o acaso fui yo,
que siga su camino y llegue hasta el sol.

Dejo a mi espalda la infancia saltarina 
y bendigo su alegría y su encantado atrevimiento.
Pero las letrillas de su canción se pegan a mis sienes y me hacen pensar.
¿Cuál será de ahora en adelante mi camino?
¿Qué sol alcanzaré?





*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba

domingo, 4 de marzo de 2012

Ghazal del ciego desamado





Al atravesar el mercado de las esencias
me atrajo el tañido de un laúd cuya cadencia triste
era acompañada  por el canto de un ciego joven que me conmovió.

No demos lugar al infortunio, gacela,
decía la enigmática letra,
pues mientras fluyan las aguas ocultas
será posible mantener la fertilidad de nuestros sentimientos.

Ninguno de los dos hemos nacido
para ser engullidos por las tierras áridas
ni para acabar como siervos de la monotonía.

Convirtámonos en zahoríes sin desaliento
hasta que la frágil vara de avellano acierte con el pozo de la vida.
Escarbemos entonces allí y saciemos con placer nuestras carencias.

¿Te la enseñó tu abuelo o la cantabais en la madrasa?,
le pregunté mientras contemplaba sus ojos velados
que ignoraban las luces y borraban el paisaje. 

Fue un desamor el que hizo crecer esta súplica
desde el fondo de mi corazón, me replicó con melancolía.
La canción no nace de lo que se posee ni de la cercanía de la belleza.
Sino que siempre es huérfana de la ausencia e hija maldita de la soledad.

¿Cómo llevarle la contraria a aquel que veía la vida con mayor claridad
que los que la perseguimos con ansia e insatisfacción?





*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


martes, 7 de febrero de 2012

Ghazal de la mirada



Te busco, amada, entre los arrayanes más humildes
que circundan el barrio de la ciudad dorada donde habitas.
¿Acaso iban a ser más dignos los extensos jardines
del gobernador y su corte de funcionarios,
levantados para exaltar su poder?

No es en palacio alguno ni en barrios elegantes donde me esperan
ni tampoco sería en ellos bien recibido.
Si rastrease tu estancia allí
te imaginaría contemplando ociosa el paso de las horas
y acatando sumisa los designios de tus valedores.
Pero no serías la misma.

Te prefiero hija de la modestia cotidiana,
artesana del ensueño y de las historias
que desparraman por el mundo los hijos de la palabra.
Te deseo dueña de los pequeños ritmos
que transforman la vida perecedera
 con los goces de sus sonidos y la armonía de sus danzas.

Elaboraré aceites aromáticos de los viejos arbustos para ti.
Me untaré en su jugo con la misma intensidad
con la que anhelo explorar el fondo de tus ojos.
En ellos la maleza de los días no me oculta la mirada que yo busco,
aquella que brota desde el origen que una vez extravié. 




*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba

viernes, 20 de enero de 2012

Ghazal de las sombras



Las calles son la vida porque son la historia de los hombres.
Asomado a uno de los bordes de la ciudad,
me encontré con aquel hombre, solitario y humilde, que miraba el horizonte.
Su edad era una incógnita y su imagen ni pobre ni rica,
y de su apariencia desapercibida emanaba atención y cuidado.
No sé si me habló porque advirtió que también me asomaba
al límite en el que se detienen los que buscan
y se preguntan, invadidos de perplejidad, cómo seguir.

Tal vez se contemplara en mí, por lo que se dirigió sin tapujos.
No era un individuo curioso ni charlatán pero arriesgó las palabras
que se abrían paso desde las zonas más sinceras de su corazón.

Sé que te confunden las sombras, dijo, como me confundieron a mí
antes de aproximarme a los espectros. 
¿Cómo desprenderme de ellas si me conocen tanto y me interpretan, aseveró?
Jamás temí las sombras
y menos que nunca cuando distinguí que cada hombre tiene varias.
Mas no están para hundirnos sino para señalarnos un rumbo.

Las sombras no son la perdición, siguió advirtiéndome.
Pueden ser el lado oculto, y no tanto el lado oscuro, como algunos dicen.
Oscuro es lo que no se ve, pero también
lo que está ahí permanente y vigía de nuestros torpes actos conscientes.

Supe de aquellas visiones
cuando la edad y lo andado fueron desechando lo superfluo de mi vida.
Una dijo llamarse Deseo, y me aconsejó: nunca te deshagas de mi compañía
porque soy la sustancia más antigua que mueve a los hombres.
Otra se nombró como Conocimiento, y afirmó:
soy la prolongación de tu interés por saber que nunca hay que renunciar
a llegar más lejos.
La tercera se me insinuó como Bondad.
Ni desear ni saber te gratificarán si no eres generoso entre propios y extraños.
Porque el que da de sí mismo condesciende al deseo
 y fructifica en sabiduría.

Luego calló el hombre. Ambos permanecimos contemplando la llanura,
por donde las sombras cabalgaban haciéndonos guiños cómplices.




*Imagen fotográfica de Angèle Etoundi Essamba

sábado, 7 de enero de 2012

Ghazal de los titiriteros


Azuzados por la chiquillería
y reclamados por los ociosos de todas las edades
 los titiriteros llegados de Oriente
cuentan en la plaza leyendas de lejanos proscritos y de antiguos libertadores,
de enamorados que perdieron la batalla del amor
y de princesas que renunciaron a su condición
para vivir un mundo que no separara el sudor y el perfume de los cuerpos.

Venid todos, dicen con voces empañadas de nostalgias
aquellos buscavidas de piel cetrina:
dejaros conducir por las sombras encantadas,
entrad en las historias más imposibles que jamás os contaron,
combatid en las contiendas más arriesgadas
y desposaros con las mujeres más nobles de las cortes,
porque todo es posible en el espectáculo que os traemos.

Y si al final de la función no habéis vivido la emoción
ni os habéis sonrojado por el misterio de la naturaleza
o palidecido por los riesgos que os han puesto a prueba,
hacédnoslo saber, pues no venimos a apurar vuestras vidas
sino a rescatarlas de su quietud e indolencia.

Allí me quedé a contemplar el despliegue de aventuras
con el que estos artesanos de las imágenes nos hicieron soñar.
No pude por menos que dirigirme al maestro cuando acabó la representación.

¿Por qué cuentas historias tan imposibles como fantásticas, titiritero?
No son imposibles, me replicó bañado aún en su agitación.
Son las eternas cuestiones del amor y del dolor,
las que hablan de sueños y también de muerte,
las que mueven el mundo y las que lo calman.

Ni yo ni mi familia sabríamos vivir en paz y nobleza
si no nos dedicáramos a este oficio.
Aún eres joven. ¿Quieres aprender?





* Fotografía de Angèle Etoundi Essamba


domingo, 1 de enero de 2012

Ghazal de la emisaria



¿Quién es esta mujer que viene corriendo hacia mí?
¿Qué quiere, qué desea decirme ya que se detiene a distancia prudente
y descubre apenas su embozo para hablarme?

No te alarmes, se expresa tenue desde su sencillez,
solo soy una mensajera de quien te busca de verdad
y desea ser ceñida por tus afectos,
una enviada de aquella que suspira por el tono de tu voz
 y anhela el entusiasmo de tus palabras.

Ante mi sorpresa no pude sino inquirirla con nerviosismo:
¿quién es la que te envía? ¿Cómo conoce esa persona mi existencia
y qué puede saber de mis capacidades o de mis emociones?
¿Acaso mi presencia es motivo de comentario extendido por la ciudad?
Mira que no soy sino un hombre extraviado por rutas
de las que desconocía su existencia,
un hombre que no cuenta para nadie y aún ignora qué es para sí mismo.

No te inquietes. Quien trata de acercarse a ti
está más próxima de lo que tú sospechas.
Ningún mal puedes esperar de ella
mientras que serías toda tu vida un ser afligido si la rehúyes.

La emisaria del misterio volvió a cubrirse
y desapareció tras el paso al trote de los caballos del gobernador. 



*Fotografía de Angèle Etoundi Essamba