¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



martes, 13 de septiembre de 2011

Las dudas del inicio



Aunque el maestro haya estimulado mi mano

y puesto alas a mis pensamientos, ¿por dónde empezar a escribir?

Multitud de imágenes me persiguen, unas lejanas en el tiempo
y otras agitadas entre el curso de los días que nos ocupan.
¿Qué debo relatar que merezca la pena y nutra mi imaginación?
¿Los recuerdos placenteros que rescatamos de un mundo que desapareció?
Demasiado bellos para no mancharlos con la tinta de la distancia.
¿Debo escribir sobre los acontecimientos vividos por las gentes,
tras conocer la angustia de sus esfuerzos y los sinsabores de sus fracasos?
Agradecerían que alguien hablara por ellos con cualidad profética
para saber y comprensión de las generaciones venideras.
¿Me pongo a narrar simplemente  las historias que ya se han contado,
aquéllas que me cautivaron de boca de los viajeros en tránsito?
Sería reescribir sobre lo sabido y divagar
aunque la tentación de recrear historias ya descritas sea fuerte.
¿O mi intención debe fluir como lo espontáneo,
copiando de la inercia del aire,
de la volatilidad de las semillas y del modesto flujo de las acequias?

Cuesta despertar cada mañana haciendo como que la vida no nos afectara.
Acaso escribir sea vivir paralelamente y derivar a través de las palabras
la energía y la violencia que se rozan en nuestro interior.

Lo fácil sería callar o hablar del silencio,
como hacen quienes ponen el cálamo al servicio de los poderosos.
Mas, ¿cómo reconduciría el desorden de las letras que hierven dentro de mí?

 


*Imagen de Manuel Boix