¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



martes, 30 de agosto de 2011

En pos de las palabras



Coger el cálamo es fácil, disponer la tinta y el pliego está al alcance,

pero me avergüenza la traición de la mente en blanco.

¿Cómo empezar, pues,  a escribir, venerable,
sin que me acose la desazón por la palabra que no fluye?

No esperándola, responde el anciano. Escuchando sin prisas
el rumor que bulle en ti desde tus orígenes y que contienes a duras penas.
Mirando la lejanía como si estuviera a tu alcance
y alejando lo inmediato hasta que se revele su dimensión.
Contemplando el paisaje como si fuera el pequeño espacio de tu casa
y parando en tu morada como si se tratase de la extensión del campo abierto.
Ignorando las horas y negando los días.

Pero entre tanta vorágine del mundo, maestro, ¿cómo concentrame?

Ahuyenta las voces que gritan estruendosas y no dicen,
las lágrimas que exageradas corren y no sienten,
las quejas que tensan y no aplacan,
los silencios que parecen clamor y son vacíos.

Y si a pesar de tus sabias instrucciones mi mano queda en alto,
¿cómo no desesperar ni rendirme a la impotencia?

No te importe tanto el acto de coger la caña, mi joven amigo,
sino los garabatos de la mente y los trazos de la memoria.
Emborrona el rincón donde se acumulan tus pensamientos.
Deja que se aireen las ocurrencias que te parecen inconexas.

Abandoné los útiles a un lado y miré las palmas de mis manos abiertas,
invocando el instante, anhelando la inspiración.


sábado, 20 de agosto de 2011

Presencias lejanas


Me dirijo a ti, la gran ausente de mi infancia pero no la olvidada

de los juegos cómplices en el hammán.

Aquel apartamiento hacia la penumbra celado a otros ojos,
allí donde nuestras miradas se tocaban y nuestros dedos gozosos observaban
los espacios diferentes de los dos cuerpos sobre los que queríamos saber.

¿Recuerdas, niña,  cuando pulsaste traviesamente  mis labios
y yo apenas rocé tu torso ligeramente ondulado?

Fue un disimulo que se repitió muchas veces,
mientras no cesábamos de volcar morosamente sobre nuestras cabezas
aquel rocío de la fuente que nos atraía sin que nadie se apercibiera.

¿Recuerdas, niña, que yo dibujaba en tus brazos letras imaginarias
y tú cubrías los míos con serpientes que no terminaban de enroscarse jamás?

¿Recuerdas, presencia lejana, el intercambio de símbolos,
aquel sol, aquella luna, aquellas estrellas que desparramábamos
con el jarro insaciable de nuestra curiosidad?

Fue un baile repetido un día tras otro,
y una mañana y otra ansiábamos el encuentro lúdico,
y una y otra vez alternábamos la iniciativa hasta aquella jornada maldita
en que una de las manos quedó huérfana de su caligrafía de caricias.  

Me duele recordar aún tu partida y mi vacío entre el agua que se perdía,
inútil e insensatamente, a mis pies.  



miércoles, 17 de agosto de 2011

Las dudas del hastío



¿Hay otro mundo en éste donde se pueda nacer de otra manera?,

pregunté al anciano que me observaba con gesto de sarcasmo.

Un recorrido que te convierta en viajero aunque no viajes.
Un oficio que te haga más hábil aunque no ejercites.
Una fortuna de la que vivas sin que te deslumbre su brillo.
Un arrebato en que la belleza te recorra si bien se evapore.
Un sosiego que te prolongue los días aunque te acechen.

Su respuesta fue cauta pero tajante: nacer no puedes
de nuevo, pero sí hacer de cada jornada un desafío.

Parar las acechanzas tan pronto como las veas venir.
Abrirte para que la belleza te tome y quede satisfecha dentro de ti.
Poseer lo justo para satisfacer lo imprescindible.
Creer en tus manos para que puedas decir que lo que haces es tu obra.
Hacer volar la imaginación para que percibas lo que otros no ven
y sueñes lo que otros son incapaces de volar.

¿Significa eso, hombre sabio, que no es imprescindible partir
hacia los territorios desconocidos más allá de nuestro Imperio?

Significa, joven audaz, que lo desconocido lo tienes al alcance
allí donde te encuentres. Que desgastar tus pies
y agitar tu nervio por otras extensiones pueden desplegar caminos,
pero no abrirán por eso las regiones de tus entrañas.

Miré su cálamo fijamente y él entendió mi solicitud.




* Dibujo de Mariano Fortuny

miércoles, 3 de agosto de 2011

Las preguntas del ojo



La escala de los acontecimientos narrados continuaba

a través de la música de las edades y de los entusiasmos.

Cuanto oíamos entre abluciones y juegos volaría muchos años después
de generación en generación, y se extraviaría, y se alteraría
hasta convertirse en relatos nuevos, mientras lo primario seria un eco.

Aquellas confidencias no eran solamente para el oído vigía
y a su sombra el ojo también preguntaba, el corazón también soñaba, 
y las voces se desplegaban a través de todos nuestros sentidos
porque todo hablaba por revelaciones en el hamman:
las sinuosas caídas de los cuerpos femeninos, sus oscuras heridas,
la fertilidad de los torsos, el dúctil despliegue de movimientos imprevistos
y aquellos ojos múltiples que salpicaban de destellos el guiño de luces
que atravesaba la gran mansión del agua y del éter.

Apenas se entonaban preguntas, porque cuanto nos poseía era una materia
anterior a la curiosidad que no tenía nombre
anterior al desasosiego que no tenía origen
anterior al curso de las venas que no conocían su fluctuación.

Fui feliz, madre, mientras me llevaste a aquella iniciación a la pureza
a la que jamás supe retornar.




* Imagen de Shirin Neshat.