¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



jueves, 14 de octubre de 2010

Casida Mim


Arrástrame, acunaba en mi sueño

una voz de ámbar. Empújame hacia ti.

La mar rugía brava y los vientos escupían las olas
cegando mi mirada perdida. Me estremecí y el miedo arañó mi cuerpo
y creí morir en aquella convulsión.

Atráeme hasta tu pecho, condúceme a tu ciudad de sal,
cantaban las olas al serrar el afilado borde de los riscos.

Alcancé a sujetar el timón y resistió la nave los embates.
Sentí otros brazos que sujetaban los míos y una boca firme
que decía a mi oído: estoy detrás, no desmayes.

No pude despertar de la fiebre hasta que la luna se afirmó en su nueva fase.
Sabía que no me habías abandonado ni siquiera en el sueño.

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