¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



viernes, 29 de octubre de 2010

Casida Waw


No temo que acechen en mi busca los informadores

y los hombres armados del gobernador.

El desierto extenso parece un lugar indescifrable y protector.
Mas hay muchos oídos y las miradas más inocuas
pueden ser también los ojos del poderoso.

Ser precavido no es ser cobarde y de cautos
es saber adaptarse a las circunstancias desconocidas y sortearlas.
La mejor forma de afrontar con éxito los riesgos.

Siento que sobrevivo más allá del instinto que late en mí.
No te inquietes, pues mi destino es la certeza de ser tuyo.

No hay armas que puedan atravesar mi voluntad.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Casida Ha



Sólo una caligrafía aparta mi mirada de los textos

en los que me recreo: el trazo exacto y profundo de tus ojos.

Y en ellos leo las letras de la red que me atrapa. Por ellos
entro en el torbellino en que mi ser desvanece.
A través de su negrura veo la luz.

Y con su brillo me abro y mis espacios deshabitados
se recomponen y nada es ya circular.

Absórbeme desde tu alma desierta. Traspásame.
Ocupas mi irreversible caminar.

domingo, 17 de octubre de 2010

Casida Nun


Hijo, me dice el venturoso anciano de largos cabellos,

¿también tú vas a probar suerte a la ciudad dorada?

Mira que la ciudad del califa no admite a cualquiera.

Aceptan a los artesanos más hábiles. Rechazan a los músicos que no dominan
las variantes del laúd. Contratan los astrónomos más expertos.
Desechan a guerreros que no han combatido. Permiten arquitectos
que no hayan construido edificios más soberbios. Expulsan a los haraganes
que deambulan por las calles ociosos. ¿Aún deseas llegar allí?

Hombre santo, mi empeño es otro, le contesté. Y mi mente y mis manos
no serían nada sin mi corazón.

Vas por buen camino, me respondió el anciano de enredados cabellos.

Besé sus manos, que es de agradecidos,
pues al inquirir sobre mis pasos afirmó la búsqueda secreta que me guía.

jueves, 14 de octubre de 2010

Casida Mim


Arrástrame, acunaba en mi sueño

una voz de ámbar. Empújame hacia ti.

La mar rugía brava y los vientos escupían las olas
cegando mi mirada perdida. Me estremecí y el miedo arañó mi cuerpo
y creí morir en aquella convulsión.

Atráeme hasta tu pecho, condúceme a tu ciudad de sal,
cantaban las olas al serrar el afilado borde de los riscos.

Alcancé a sujetar el timón y resistió la nave los embates.
Sentí otros brazos que sujetaban los míos y una boca firme
que decía a mi oído: estoy detrás, no desmayes.

No pude despertar de la fiebre hasta que la luna se afirmó en su nueva fase.
Sabía que no me habías abandonado ni siquiera en el sueño.

sábado, 9 de octubre de 2010

Casida Lam


No es más que una charca y un cogollo de palmeras densas

aquel lugar imprevisto que no goza de ser reconocido como oasis.

Los hombres son injustos con la naturaleza obsequiante
si ésta no responde a sus exigencias y expectativas.

Mas cuán grata es la aparición de vida fértil donde detener nuestros pasos
y dejarnos asistir por la bondad de sus pobladores.
Allí la canción es la fruta madura que unos niños nos dedican generosos.

La parada se demorará unas horas y aprovecho la calma y el frescor.
Dispongo el cálamo y rasgo con mi caligrafía la pureza del papel
donde abrir mis sentimientos a ti, mujer.

Duro es el camino que no pueda recorrerse
y apurada la distancia que no pueda ser alcanzada.

Pero yo me felicito por la suerte del aprendizaje de las letras
que permite tender el puente de la vida con mi amada.

jueves, 7 de octubre de 2010

Casida Kaf


Un murmullo leve llega impulsado por las olas del desierto

hasta el corazón sensible de los hombres que escuchan el silencio.

¿Quién canta? ¿Quién extiende su lamento cadencioso y agudo
en medio de esta soledad que borra hasta nuestro propio tránsito?

Puede ser una señal con que nos obsequió el pájaro del alba.

Llégate, rumor lejano, para mitigar la lenta consumación de los días.
Haz que la marcha se alivie con cada silbido del viento
que acaricia la piel de las dunas.

En la melodía olemos una humedad que casi habíamos olvidado.
La luz adquiere tonos inhabituales y los rostros se relajan
convirtiéndonos en adolescentes agitados.

Bendito el horizonte que llega en forma de canción.

martes, 5 de octubre de 2010

Casida Gaf


En la hora fronteriza del día con la oscuridad

la luna creciente desplegó su insignia y la furia cesó.

Un frescor apacible alivió nuestras almas
y los cuerpos se relajaron sin bajar la guardia.

Al borde de la extenuación la gente no habló.
Nadie sabía que había sido de la tierra tras el huracán.

La luna curvaba su placidez como una luz de cristal de roca.
Yo me columpié en su comba y a cada impulso
me acercaba más a tu sonrisa.

La caravana domesticó su cansancio.

Por la mañana, un ave fantástica cosquilleó mis pies.
Sentí en su danza tu presencia.