¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



jueves, 30 de septiembre de 2010

Casida Fa


Nos acosa el viento desde todos los ángulos del vacío

con sus rugidos de fiera despiadada.

A fin de no desorientarnos fijamos nuestros cuerpos a la caravana inmóvil.
Recogidos en las túnicas protegemos cada palmo de los rostros.
El desierto se levanta salvaje cegando las miradas.  
Las arenas cambian de posición grano a grano inexorablemente.
Donde hay una duna mañana será hondonada.
Donde se muestra un llano otro día aparecerá un montículo.
Donde se erige un matorral se alzará una cúpula incandescente.

Así, grano a grano, partícula a partícula, la tierra se forma y se descompone
desequilibrando nuestra andadura imperfecta.

Es el momento de refugiarse en los pensamientos que dan fuerza.
Es la ocasión para enfriar las ansiedades.
Es el acontecimiento silencioso a través del cual te evoco.

En este arrobamiento encuentro la paz. Doy gracias
al vigor de los elementos que procuran tu permanencia en mi.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Casida Ghayn


Hay noches en que las estrellas semejan tornasoles

pero a mi me parecen lágrimas de ausencia.

Hacer el ademán de capturarlas es tan osado
como intentar hundir el brazo en la arena del desierto
para tocar el primer oleaje del mar que late allá abajo.

Entonces sueño que se precipitan hasta mí
y que entre luces y ráfagas me muestran tu rostro
enjugando la torpe flaqueza de un corazón inflamado.

La estrellas no hablan ni ciegan. Susurran
y yo escucho en ellas tu tenue voz. Iluminan
y yo veo en su destello tu mirada extensa.

No deseo despertar sino en la confluencia de tus brazos
y sobre el delta que el mar torna fecundo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Casida Ayn


En el oasis de Qm hallé a una mujer enigmática

que hablaba de la vida que te queda por recorrer.

Cubría su cuerpo para que los signos de las constelaciones
no perdieran el calor de su aura, pues en ellos está,
así decía ella, el destino de cada hombre que se desplaza por el mundo.

No pude ver su rostro, ni ella pudo saber de mi antes, pero fue contundente
cuando pasé ante su hornacina silenciosa.
Eh, tú, extranjero, me dijo, ella te espera. No la defraudes.

Qué puedes saber de mi, la pregunté azorado e inquieto.
Di más bien qué sabes tú de ti mismo, me respondió con descaro.

Entendí que sus palabras eran proféticas, no porque adivinara mi meta,
sino porque me obsequió con el don de la reflexión.

Puse en su mano una onza de oro que no me sobraba.
Ella sujetó mi mano y la besó con agradecimiento solemne.

El sol proyectó sobre el anverso de la moneda la imagen de la ciudad dorada.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Casida Dha



Me gusta la cháchara en torno al fuego de la noche.

Rumores que llegan de lo visible y de lo invisible.

En ellos se desata la imaginación de los caravaneros
mientras se habla de ciudades que jamás oí mencionar
y de oasis donde se podría levantar la tienda de la calma
y de costas de cuya existencia jamás había soñado.

Yo quisiera contar a estos hombres de mi causa emprendida
y que supieran de aquello que me ilusiona y de lo que me mortifica
de lo que me ilumina y de lo que me oscurece
de cuanto me sujeta y de cuanto se desprende de mi.

Pero blindo con la prudencia el sentir por mi amada y me evado.
Mis acompañantes adivinan en mi faz el rasgo de una pasión
que acaso no desconozcan ellos en sus vidas.

Las sombras se multiplican tras las dunas.
No me recojo en ellas sino en ti.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Casida Ta


En el sueño de la noche sin luna

se me mostró el ave del paraíso.

Su cola de colores intensos llevaba bordado tu nombre.
Al agitarla, cada letra se desperdigaba como si fuera lluvia.

Yo corría a recoger pluma a pluma para recomponerlo.
Pero cuanto más me dispersaba en su búsqueda
más letras se desprendían hasta multiplicarse como estrellas.

Sólo entonces comprendí que no importaba que perdieras tu nombre.
Y que eras más que el misterioso designio de un sueño.

Desperté lamentando tu ausencia. Y te invoqué.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Casida Dad


Hundo mis manos en la arena

y remuevo su agua más profunda y me estremezco.

Allí abajo está ella en su forma de piedra,
en su rostro de origen,
la mujer que reclama mis sueños y sube por las calles de la medina
invocándome para protegerse de sí misma.

Ella no sabe o acaso lo presiente
que, mientras recorro la tierra yerma del deseo, hago lo mismo
convirtiendo mi piel en palabras con que sujeto al viento.

Bienvenida la mujer que parte desde lejanos parajes para salir a mi encuentro.


martes, 7 de septiembre de 2010

Casida Sad


Dice de la ciudad mi rapaz predilecta

que aquélla es generosa con cuantos viajeros llegan a ella sin dobleces.

Escuchó conversaciones entre las que se prima la afición a lo próximo
y a cuanto emana del esfuerzo y el sentimiento de sus habitantes.

El buen hacer de la yesería que escribe sobre los frisos,
el arte de las fuentes y la arquitectura de los pensiles,
el cultivo de eras y huertas dadivosas
y el cuidado con que se hace crecer los olivos bajo la cúpula del cielo.

Dice mi fiel emisario que oteó desde azoteas
en las que el olor de los fogones congrega a las almas.

Se asomó a las habitaciones en penumbra donde los susurros escuchados
sonaban a aprendizaje de lenguajes nuevos.

Y contempló incluso a seres solitarios suspirando melancólicos
en rincones apartados de sus moradas,
pronunciando nombres de mujer o evocando silencios de hombres.

Me ha dicho que en algunos altillos de las casas iluminados por el sol
hay hombres concentrados que manejan extraños instrumentos
y que se hacen preguntas constantemente sobre cuanto abarca sus miradas.

Fueron algunas de las visiones que esta ave del destino me hizo saber.
Premiado sea por cuanta ilusión pone en el corazón del hombre que busca.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Casida Shin


Ha partido mi halcón favorito

a sobrevolar la ciudad que aparece en mis sueños.

No errará el camino, pues la agudeza de su vista y el vuelo vigoroso
son siempre más hábiles que los espías del príncipe de la medina.

Será fiel en su misión y al regreso me hablará
de cuanto ha visto en su otear arriesgado.
Benditas imágenes que aguardo para calmar mi ansiedad.

Encomendado está a sobrepasar las almenas de la fortaleza,
a bajar a las calles donde la vida es también la vida de la amada
y a deslizarse entre los arriates que decoran los muros de las casas.

Le he instado a que inhale los perfumes flotantes
y se impregne de ellos para serenar mi espera lacerante.

Él es como mi alma y debe sentir como ella.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Casida Sin

Las celosías de unos dedos

descorren tus labios cuando oyen que el siroco pronuncia un único nombre.

¿Quién crees que solicita al viento trasladar las cuitas de un corazón agitado?
El viento se revuelve y arrastra cuantos sonidos se originan
en la fricción del empeño por llegar a la ciudad dorada.

Entre tantos ecos destaca lo más frutal.
Aquello que madura y se ofrece para ser saboreado
cual si fuera la última cosecha.

Entreabre tu boca para recibir la llamada de otra boca.
Prepárate para engendrar el amor.

La turbulencia sorprende y su vórtice engulle a los que la desafían.