¿Acaso el mundo no es sino la sombra de una nube que, no bien el hambriento de sombra la anhela, se disuelve…? (Ibn al-Mu'tazz)



jueves, 16 de diciembre de 2010

Sifr


¿Dónde se escriben las letras del camino?

No sólo son cantos los que maceran nuestros pies.

¿Dónde se cuentan los números
de los días que desgranamos entre la agitación y la ternura?

¿Quién pronunció la primera palabra?
La que no fue sino una gota caída pausadamente
y se filtró por nuestra materia hasta amalgamarla.

Sé que me lees en rostro abierto
mientras observo el pudor con que te recoges en el mercado.
Diálogo fecundo, yo voy sabiendo de ti, tú
te apoderas del hombre que recita los suras de la vida.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Casida Ya




En la frontera entre el desierto y el valle de las sombras

un hombre corpulento y respetable luce sus atributos de funcionario del visir.

Cuando llega una caravana elige varios viajeros al azar
y les conmina con un péndulo que hace rotar a sus pies.

Con la otra mano sujeta firmemente una larga cimitarra de pedrería
que más parece un símbolo de mando que un arma dispuesta a ser usada.
Impresiona su severidad y le llaman el cadí de la séptima puerta del desierto.

Apenas habla y no da razones pero muchos le temen.

Si el péndulo permanece inerte hace una señal al viajero para volver al grupo.
Si la gravitación del instrumento se agita en un radio amplio
separa al transeúnte y no le permite seguir su viaje.

Nadie sabe muy bien por qué aquella extraña acción
ni si detecta algo en la física de los cuerpos
ni qué destino les espera a los segregados.

A mi no me eligió. Tampoco tuve miedo cuando se plantó delante
y apretó el puño de la espada mirándome fijamente a los ojos.

Algo me dice que la luz de mis pupilas le desconcertó.
¿Vería en ellas la claridad y el brillo de tu imagen?

No sé si fue un hombre justo o sólo benevolente al eximirme de la sospecha.
Acaso recordara en ese instante que algún día lejano él fue también
un viajero impaciente y osado hacia la irrenunciable ciudad dorada.

viernes, 29 de octubre de 2010

Casida Waw


No temo que acechen en mi busca los informadores

y los hombres armados del gobernador.

El desierto extenso parece un lugar indescifrable y protector.
Mas hay muchos oídos y las miradas más inocuas
pueden ser también los ojos del poderoso.

Ser precavido no es ser cobarde y de cautos
es saber adaptarse a las circunstancias desconocidas y sortearlas.
La mejor forma de afrontar con éxito los riesgos.

Siento que sobrevivo más allá del instinto que late en mí.
No te inquietes, pues mi destino es la certeza de ser tuyo.

No hay armas que puedan atravesar mi voluntad.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Casida Ha



Sólo una caligrafía aparta mi mirada de los textos

en los que me recreo: el trazo exacto y profundo de tus ojos.

Y en ellos leo las letras de la red que me atrapa. Por ellos
entro en el torbellino en que mi ser desvanece.
A través de su negrura veo la luz.

Y con su brillo me abro y mis espacios deshabitados
se recomponen y nada es ya circular.

Absórbeme desde tu alma desierta. Traspásame.
Ocupas mi irreversible caminar.

domingo, 17 de octubre de 2010

Casida Nun


Hijo, me dice el venturoso anciano de largos cabellos,

¿también tú vas a probar suerte a la ciudad dorada?

Mira que la ciudad del califa no admite a cualquiera.

Aceptan a los artesanos más hábiles. Rechazan a los músicos que no dominan
las variantes del laúd. Contratan los astrónomos más expertos.
Desechan a guerreros que no han combatido. Permiten arquitectos
que no hayan construido edificios más soberbios. Expulsan a los haraganes
que deambulan por las calles ociosos. ¿Aún deseas llegar allí?

Hombre santo, mi empeño es otro, le contesté. Y mi mente y mis manos
no serían nada sin mi corazón.

Vas por buen camino, me respondió el anciano de enredados cabellos.

Besé sus manos, que es de agradecidos,
pues al inquirir sobre mis pasos afirmó la búsqueda secreta que me guía.

jueves, 14 de octubre de 2010

Casida Mim


Arrástrame, acunaba en mi sueño

una voz de ámbar. Empújame hacia ti.

La mar rugía brava y los vientos escupían las olas
cegando mi mirada perdida. Me estremecí y el miedo arañó mi cuerpo
y creí morir en aquella convulsión.

Atráeme hasta tu pecho, condúceme a tu ciudad de sal,
cantaban las olas al serrar el afilado borde de los riscos.

Alcancé a sujetar el timón y resistió la nave los embates.
Sentí otros brazos que sujetaban los míos y una boca firme
que decía a mi oído: estoy detrás, no desmayes.

No pude despertar de la fiebre hasta que la luna se afirmó en su nueva fase.
Sabía que no me habías abandonado ni siquiera en el sueño.

sábado, 9 de octubre de 2010

Casida Lam


No es más que una charca y un cogollo de palmeras densas

aquel lugar imprevisto que no goza de ser reconocido como oasis.

Los hombres son injustos con la naturaleza obsequiante
si ésta no responde a sus exigencias y expectativas.

Mas cuán grata es la aparición de vida fértil donde detener nuestros pasos
y dejarnos asistir por la bondad de sus pobladores.
Allí la canción es la fruta madura que unos niños nos dedican generosos.

La parada se demorará unas horas y aprovecho la calma y el frescor.
Dispongo el cálamo y rasgo con mi caligrafía la pureza del papel
donde abrir mis sentimientos a ti, mujer.

Duro es el camino que no pueda recorrerse
y apurada la distancia que no pueda ser alcanzada.

Pero yo me felicito por la suerte del aprendizaje de las letras
que permite tender el puente de la vida con mi amada.

jueves, 7 de octubre de 2010

Casida Kaf


Un murmullo leve llega impulsado por las olas del desierto

hasta el corazón sensible de los hombres que escuchan el silencio.

¿Quién canta? ¿Quién extiende su lamento cadencioso y agudo
en medio de esta soledad que borra hasta nuestro propio tránsito?

Puede ser una señal con que nos obsequió el pájaro del alba.

Llégate, rumor lejano, para mitigar la lenta consumación de los días.
Haz que la marcha se alivie con cada silbido del viento
que acaricia la piel de las dunas.

En la melodía olemos una humedad que casi habíamos olvidado.
La luz adquiere tonos inhabituales y los rostros se relajan
convirtiéndonos en adolescentes agitados.

Bendito el horizonte que llega en forma de canción.

martes, 5 de octubre de 2010

Casida Gaf


En la hora fronteriza del día con la oscuridad

la luna creciente desplegó su insignia y la furia cesó.

Un frescor apacible alivió nuestras almas
y los cuerpos se relajaron sin bajar la guardia.

Al borde de la extenuación la gente no habló.
Nadie sabía que había sido de la tierra tras el huracán.

La luna curvaba su placidez como una luz de cristal de roca.
Yo me columpié en su comba y a cada impulso
me acercaba más a tu sonrisa.

La caravana domesticó su cansancio.

Por la mañana, un ave fantástica cosquilleó mis pies.
Sentí en su danza tu presencia.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Casida Fa


Nos acosa el viento desde todos los ángulos del vacío

con sus rugidos de fiera despiadada.

A fin de no desorientarnos fijamos nuestros cuerpos a la caravana inmóvil.
Recogidos en las túnicas protegemos cada palmo de los rostros.
El desierto se levanta salvaje cegando las miradas.  
Las arenas cambian de posición grano a grano inexorablemente.
Donde hay una duna mañana será hondonada.
Donde se muestra un llano otro día aparecerá un montículo.
Donde se erige un matorral se alzará una cúpula incandescente.

Así, grano a grano, partícula a partícula, la tierra se forma y se descompone
desequilibrando nuestra andadura imperfecta.

Es el momento de refugiarse en los pensamientos que dan fuerza.
Es la ocasión para enfriar las ansiedades.
Es el acontecimiento silencioso a través del cual te evoco.

En este arrobamiento encuentro la paz. Doy gracias
al vigor de los elementos que procuran tu permanencia en mi.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Casida Ghayn


Hay noches en que las estrellas semejan tornasoles

pero a mi me parecen lágrimas de ausencia.

Hacer el ademán de capturarlas es tan osado
como intentar hundir el brazo en la arena del desierto
para tocar el primer oleaje del mar que late allá abajo.

Entonces sueño que se precipitan hasta mí
y que entre luces y ráfagas me muestran tu rostro
enjugando la torpe flaqueza de un corazón inflamado.

La estrellas no hablan ni ciegan. Susurran
y yo escucho en ellas tu tenue voz. Iluminan
y yo veo en su destello tu mirada extensa.

No deseo despertar sino en la confluencia de tus brazos
y sobre el delta que el mar torna fecundo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Casida Ayn


En el oasis de Qm hallé a una mujer enigmática

que hablaba de la vida que te queda por recorrer.

Cubría su cuerpo para que los signos de las constelaciones
no perdieran el calor de su aura, pues en ellos está,
así decía ella, el destino de cada hombre que se desplaza por el mundo.

No pude ver su rostro, ni ella pudo saber de mi antes, pero fue contundente
cuando pasé ante su hornacina silenciosa.
Eh, tú, extranjero, me dijo, ella te espera. No la defraudes.

Qué puedes saber de mi, la pregunté azorado e inquieto.
Di más bien qué sabes tú de ti mismo, me respondió con descaro.

Entendí que sus palabras eran proféticas, no porque adivinara mi meta,
sino porque me obsequió con el don de la reflexión.

Puse en su mano una onza de oro que no me sobraba.
Ella sujetó mi mano y la besó con agradecimiento solemne.

El sol proyectó sobre el anverso de la moneda la imagen de la ciudad dorada.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Casida Dha



Me gusta la cháchara en torno al fuego de la noche.

Rumores que llegan de lo visible y de lo invisible.

En ellos se desata la imaginación de los caravaneros
mientras se habla de ciudades que jamás oí mencionar
y de oasis donde se podría levantar la tienda de la calma
y de costas de cuya existencia jamás había soñado.

Yo quisiera contar a estos hombres de mi causa emprendida
y que supieran de aquello que me ilusiona y de lo que me mortifica
de lo que me ilumina y de lo que me oscurece
de cuanto me sujeta y de cuanto se desprende de mi.

Pero blindo con la prudencia el sentir por mi amada y me evado.
Mis acompañantes adivinan en mi faz el rasgo de una pasión
que acaso no desconozcan ellos en sus vidas.

Las sombras se multiplican tras las dunas.
No me recojo en ellas sino en ti.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Casida Ta


En el sueño de la noche sin luna

se me mostró el ave del paraíso.

Su cola de colores intensos llevaba bordado tu nombre.
Al agitarla, cada letra se desperdigaba como si fuera lluvia.

Yo corría a recoger pluma a pluma para recomponerlo.
Pero cuanto más me dispersaba en su búsqueda
más letras se desprendían hasta multiplicarse como estrellas.

Sólo entonces comprendí que no importaba que perdieras tu nombre.
Y que eras más que el misterioso designio de un sueño.

Desperté lamentando tu ausencia. Y te invoqué.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Casida Dad


Hundo mis manos en la arena

y remuevo su agua más profunda y me estremezco.

Allí abajo está ella en su forma de piedra,
en su rostro de origen,
la mujer que reclama mis sueños y sube por las calles de la medina
invocándome para protegerse de sí misma.

Ella no sabe o acaso lo presiente
que, mientras recorro la tierra yerma del deseo, hago lo mismo
convirtiendo mi piel en palabras con que sujeto al viento.

Bienvenida la mujer que parte desde lejanos parajes para salir a mi encuentro.


martes, 7 de septiembre de 2010

Casida Sad


Dice de la ciudad mi rapaz predilecta

que aquélla es generosa con cuantos viajeros llegan a ella sin dobleces.

Escuchó conversaciones entre las que se prima la afición a lo próximo
y a cuanto emana del esfuerzo y el sentimiento de sus habitantes.

El buen hacer de la yesería que escribe sobre los frisos,
el arte de las fuentes y la arquitectura de los pensiles,
el cultivo de eras y huertas dadivosas
y el cuidado con que se hace crecer los olivos bajo la cúpula del cielo.

Dice mi fiel emisario que oteó desde azoteas
en las que el olor de los fogones congrega a las almas.

Se asomó a las habitaciones en penumbra donde los susurros escuchados
sonaban a aprendizaje de lenguajes nuevos.

Y contempló incluso a seres solitarios suspirando melancólicos
en rincones apartados de sus moradas,
pronunciando nombres de mujer o evocando silencios de hombres.

Me ha dicho que en algunos altillos de las casas iluminados por el sol
hay hombres concentrados que manejan extraños instrumentos
y que se hacen preguntas constantemente sobre cuanto abarca sus miradas.

Fueron algunas de las visiones que esta ave del destino me hizo saber.
Premiado sea por cuanta ilusión pone en el corazón del hombre que busca.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Casida Shin


Ha partido mi halcón favorito

a sobrevolar la ciudad que aparece en mis sueños.

No errará el camino, pues la agudeza de su vista y el vuelo vigoroso
son siempre más hábiles que los espías del príncipe de la medina.

Será fiel en su misión y al regreso me hablará
de cuanto ha visto en su otear arriesgado.
Benditas imágenes que aguardo para calmar mi ansiedad.

Encomendado está a sobrepasar las almenas de la fortaleza,
a bajar a las calles donde la vida es también la vida de la amada
y a deslizarse entre los arriates que decoran los muros de las casas.

Le he instado a que inhale los perfumes flotantes
y se impregne de ellos para serenar mi espera lacerante.

Él es como mi alma y debe sentir como ella.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Casida Sin

Las celosías de unos dedos

descorren tus labios cuando oyen que el siroco pronuncia un único nombre.

¿Quién crees que solicita al viento trasladar las cuitas de un corazón agitado?
El viento se revuelve y arrastra cuantos sonidos se originan
en la fricción del empeño por llegar a la ciudad dorada.

Entre tantos ecos destaca lo más frutal.
Aquello que madura y se ofrece para ser saboreado
cual si fuera la última cosecha.

Entreabre tu boca para recibir la llamada de otra boca.
Prepárate para engendrar el amor.

La turbulencia sorprende y su vórtice engulle a los que la desafían.

lunes, 30 de agosto de 2010

Casida Zain


La luz de la lámpara se crece

y la pluma se hace fuerte entre mis manos.

¿Quién podría decir que aquellas líneas curvas
que revolotean sobre un árbol desnudo
no son sino los trazos de mi corazón?

El pulso firme, ¿acaso denota imposición severa
o es el garante de que el poeta de la caligrafía
se desplaza en la dirección acertada?

Que no engañe la justa parada del punto en que la línea se desdobla
y se dispone a saltar en giros verticales,
como las cobras de las ciudades perdidas o los alacranes del desierto.

Una palabra, un paisaje, un ser.

Enternecido por la enseñanza antigua de mi padre,
que me proporcionó esta satisfacción de por vida.

domingo, 29 de agosto de 2010

Casida Ra



Era tal el disfrute de mis sentidos

que casi no oí a los jinetes que escudriñaban mis pasos.

Debieron acampar en las cercanías de mi escondite.
El viento traía sus voces, agitadas por la defección de no hallarme,
y bendije el viento aliado, el aire cómplice que sentía como yo,
y me avisaba bondadosamente.

Siempre podré guarecerme entre los corales, me dije,
y entre las cavidades submarinas que saben de todas las bellezas
salvo de ti.

Alenté a mi fiel équido en dirección opuesta a la tropa insaciable
para que no fuera parte de mi destino si éste era nefasto.
Los cañaverales y la noche acabaron de edificar mi defensa
en un pacto secreto con el piélago.

Supe entonces que la naturaleza se pone de parte de aquel amante
que busca inagotable la naturaleza sincera del amor.

Reconocido estoy a su magnánima protección, y me unjo en ella.

sábado, 28 de agosto de 2010

Casida Thal


Me he refugiado entre la fronda a la orilla de un lago

al escuchar el tropel de las caballerías de los lanceros.

Ante la acechanza conviene guardar calma y proveerse de paciencia.
El tiempo devuelve con creces su propia expresión a quien sabe esperar
y enriquece la fortaleza del ser.

A la caída del sol las olas emitían destellos como zafiros
y me he sumergido entre la abundante caligrafía de las aguas profundas,
creciéndome al compartir sus silencios y su morosidad.

Mi admiración se fortalece con lo inesperado y enriquece mi bagaje.

viernes, 27 de agosto de 2010

Casida Dal


Mi caballo y yo somos uno.

Yo le guío y él me conduce.

Cuando paramos para que abreve, aprovecho
y descanso seguro a su sombra.

Sabe mejor que nadie dónde debe dirigir sus pasos
y cuando le hablo de mi destino se siente satisfecho
porque comprende los sentimientos que me embargan.

No le exijo como si se tratara de una simple montura
ni como a bestia que estuviera a mi servicio.

Él y yo somos indivisibles.

Hay algo más decisivo en él: su compañía calma.
Al caer la noche sus ojos de topacio me preguntan por ti.

Entonces mis palabras se deslizan por su lomo,
trenzan sus crines, prenden en sus ijares
y lo enjaezan de punta a punta de su hermosa arquitectura.

Bondad infinita esta identidad de dos seres que se ayudan
para alcanzar la dicha.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Casida Kha


Existe la ciudad dorada y la he visto a lo lejos.

Desde que la descubrí supe que tenía que dirigirme a ella
fueran cuales fueran los caminos que conducen al suntuoso destino.

En la intención reside mi fuerza y ésta hace de brújula
por más que en ocasiones las arenas del desierto obstaculicen su mecanismo.

No dudo de que tendré que sortear agrestes farallones
o transitar por rutas cuya soledad abruma
o desmontar los sedimentos que hacen impracticable el ascenso.

Las cúpulas, cada vez más cercanas, me iluminan y me centran.

Considérome afortunado porque el fin y el medio se alimentan mutuamente
regando mis venas.

lunes, 23 de agosto de 2010

Casida Ha


Pertrechado de mis elementos reorganizo la impedimenta

desprendiéndome de lo más gravoso.

Mas si ha de haber combate desigual deberé afinar el cálamo.
Hacer de las palabras lanzas invisibles
que sorteen las defensas de quienes se protegen tras su ignorancia.

Dibujar rutas con las letras más esbeltas que me permitan llegar a ti.
Trazar líneas como adelfas y juncos con las que mi alma se deslice.

Oh, pequeñas cañas que hacen poderosa mi mano y mi intención.
Cuánta satisfacción me otorgáis al protegerme de las fuerzas ocultas.

sábado, 21 de agosto de 2010

Casida Jim

Nada importa que los arqueros del califa afinen su puntería.

Ni que los guardianes de las puertas de la ciudad echen los rastrillos.
Ni que el gobernador envíe a su tropa de élite tras los pasos del intruso.

Llegaré arriesgando y desafiando la suerte
que me ha sido revelada por el oráculo de mi origen.

Entraré por el ámbito menos esperado hasta el patio de los jazmines.
No seré visto porque un hechizo me ocultará de la vista de los ajenos.

Sólo tú distinguirás mi etérea presencia
en el instante en que una oleada cálida acaricie la hondonada de tu nuca.

Alabo desde esta hora la buena estrella en tu nombre y en el mío.

viernes, 20 de agosto de 2010

Casida Tha


Lo frutal destila un aroma

que flota en la huerta de las apetencias.

Las formas se enervan para la vista
a través de la cual se desliza la belleza.

De las ramas sale un gimoteo
pues el árbol no quiere perder el dulzor.

Doy gracias por llegar hasta este jardín
cuya exuberancia se me ofrece en todo su esplendor.

jueves, 19 de agosto de 2010

Casida Ta


Me gusta cuando la palma de tu mano

se hace cuenco de arcilla y recoge mis lágrimas.
Mis lágrimas guardadas de las noches ausentes.

Yo te las ofrezco y ambos catamos para conjurar la sequedad antigua.
Bebemos más y un fulgor de piedras y de ramas
nos bulle en las entrañas. El calor está aquí, líquido y denso, entre nosotros.

Espléndido abrevar del hombre y la mujer en las noches de luna.
Dos seres que confluyen en la mudez del misterio y se sacrifican
en la espera merecida. Aquí, sobre el manto de la tierra, entregados al destino.

lunes, 16 de agosto de 2010

Casida Ba



A veces recojo tus dedos y cierro tu mano

y sujeto fuertemente con la mía tu puño.
Un instante en que las manos hablan y las miradas tiemblan.
Luego distiendo mi fuerza y dejo que cada elemento vuelva a su ser.

Te dejas llevar por el sortilegio que hace crecer cada uno de tus dedos.
Al soltarse lo hacen con lentitud y sosiego.
Sorteando el temor agazapado en la energía que contienes.
Tus dedos se paralizan en el vacío como si pidieran más.

Agradecido al Azar por proporcionar este combate delicado
donde no hay pugna sino reconocimiento mutuo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Casida Alef


El Azar me ha procurado los sentidos.

¿Sabe el Azar el bien que me hizo?
No me pide cuentas, no me abandona.
Más bien asiente, tal cuando tomo tus dedos entre mis labios.
Cuando lamo esa yemas frágiles
como si fuesen los cinco elementos del origen constante.

Al hacerlo siento moverse en mi interior
las corrientes más profundas que, no por estar ocultas, son inexistentes.

En cada porción de tus dedos hay una parte integradora del Universo.
Hay más. Fuerza y sensibilidad.
Apacibilidad y existencia transformadora.
De ti y mía.

La mano es el Universo.
Un dedo sacia mi sed antigua.
Otro me hace probar el sabor de lo que nos sujeta.
El de en medio me habla del apaciguamiento.
El cuarto estimula hasta hacer de mi pensamiento una herramienta.
El último flota en mi boca y me busca
y hace nuevo mi ser con su evanescencia.

No tengo palabras para agradecer el don.